¡Te das cuenta!
ENTONCES TE DAS CUENTA de que las cosas importantes no lo son. Entonces se te pasan por la cabeza un sinfín de desencuentros que te chocan y te hacen tambalear. Como cuando ése con quien has compartido hasta hoy cama, comida y situaciones miles, y que conoces tanto, casi te provoca un ataque cuando un día, tan corriente como otro, te dice que ya no quiere compartir más cama, comida y situaciones miles contigo. Él prefiere a otra: él, tu ex todo a partir de ahora.
Entonces te das cuenta deque a tu recién Nadie no lo llegaste a conocer del todo, aunque bien te lo pareció y lo hubieras jurado. Y entonces reaccionas de manera histérica o depresiva, y te conviertes a los ojos del mundo en una sombra que se arrastra por los días con toda una serie de fatales muestras del desamor más doloroso... Ojo, sólo a los ojos del mundo, porque a los ojos de tu recién estrenado nadie no hay poderío que te iguale.
— ¿Cristina? No te esperaba aquí.
— Yo aún vivo aquí, ¿sabes?
— Claro, perdona, no quería... Vengo a por los libros que dejé arriba, las dos cajas aquellas que...
— Ya sabes donde están.
...
— Bueno, ya está, me voy.
— La puerta sigue en el mismo sitio.
— Cristina, ¿estás bien?, ya sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras, me encantaría que fuésemos amigos, yo...
— En estos momentos de mi vida, Carlos, no siento ninguna curiosidad por los tríos, gracias.
— No seas así, por favor.
— Y deja las llaves en la entrada, no quisiera volver a asustarme otro día.
— Muy bien, tú lo has querido así, muy bien... Si no pones de tu parte no tenemos nada qué hacer, no puedo hacer nada más, y tú no pareces entender nada de..., sólo quiero que seamos amigos.
— Y yo quiero que te largues, me sobran amigos.
Entonces te das cuenta de que tampoco te conocías a ti mismo. Porque te ves inmerso en estados eufóricos (o patéticos) de los que no tienes narices de salir, y oyes dos mil quinientas veces que “tú eres fuerte y saldrás adelante”, o que “él no te merecía, es un egoísta...”. Y a ti esa especie de compasión que más bien parece sacada de un libro de autoayuda te sirve sólo para lamentarte más fuerte y más rato. Y al final todos llegan a maldecir que llegues a los sitios porque seguro que les aguas la fiesta, o la película, o la copa, o la charla, o todo junto.
Y entonces te das cuenta del grado de paciencia que tienen tus amigos, que van a escuchar en repetidas y calcadas ocasiones el actual drama de tu vida sin rechistar, escurriendo de cada lamento su lado bueno, descubriéndote la que será tu nueva vida a partir de ahora, solucionando tus problemas con toda su dedicación, y sólo rechistando en cuantos te hayas ido, hartitos de oírte todo el día.
— ¡Holaaaa! ¡Pero bueno... chica, ¿qué te pasa?, vaya careto, qué chunga estás, ¿no?
— Gracias, vosotras también estáis muy guapas.
— Habíamos quedado a la cinco... y todavía no son ni las... ¿Qué ha pasado? ¿Te ha llamado?
— Lo he visto.
— ¿¿Qué?? ¡Qué fuerte, tía, dónde, cuándo, qué te ha dicho, qué asco de tío, el muy cabrón ahora te persigue...!
— Ha venido a casa.
— ¿Ves? Ya te lo decíamos nosotras, éste vuelve, seguro que se habrá hartado ya de la pelandrusca esa, el muy cerdo, pero qué se piensa, qué rápido lo arreglan ellos, qué asco, todos son iguales... Hasta ahí podríamos llegar, ahora le toca sufrir a él... eso, eso, por todo lo que...
— Ha venido a buscar unos libros.
— ¡Unos libros!, qué poco original es.
— Sólo ha venido a buscar unos libros.
— ¿Sólo?, ah, bien, vale, uf... qué calor más mala hace aquí, ¿no te parece? ¿Nos tomamos algo?
Y qué decir de los padres, qué gran acierto y qué suerte tener un par de buenos padres, de esos que no te cerrarán las puertas por más cagadas que hayas cometido en tu vida llena de cagadas. Esos a quienes ojalá sólo les debieras la vida, a esos padres que cargan gratis con tu dolor y rabia.
— Niña, ¿qué estás haciendo? ¡Qué concentración, hija, así me gusta, que aproveches el tiempo...
— Bueno, no es exactamente...
— Ya era hora que te espabilaras un poco, ya iba siendo hora que te sentaras un rato a aprovechar el tiempo y no estuvieras todo el día...
— Mamá...
—... pendiente del caradura ese, que te ha sacao los ojos, y después te ha dejao tirada...
— Mamá, no...
— Que ya te lo decía yo..., ese chiquillo no me gusta nada para ti, sabe más que las ratas verdes... Con todo lo que tú te has desvivío por él, porque mira que eres tonta...
— Mamá, que te embalas.
— Que sí, que sí, que me voy a callar, pero al final yo tenía razón...
— Bueno, fin de la conversación, Me voy. Un beso, anda campeona, dile a papá que luego lo llamo.
— Come algo, merienda, una leche, ahí hay croisanes de chocolate, y foskitos, que tienes una cara de muerta que yo no sé cómo puedes ir así, y con esos pelos, que pareces una loca...
— Hasta luegoooo.
Entonces, te das cuenta de que puede haber malos ratos, que de hecho los hay, y muchos, pero también hay muchas almohadas blanditas o duritas en las que recostar tu cabeza dolorida. Por suerte.
— ¿Cristina? ... Qué sorpresa, cuánto tiempo... ¡Estás... genial!
— ¡Hugo! Uf, sí que es verdad, cuánto tiempo... (Y qué bien te sentó...) ¿Te apetece una caña? De repente, me entró sed.
Girona, 2004 o 2005. Qué más da.
2 comentarios
ISABELA -
Rafael Ramos -